El misterio que envuelve la vida, que envuelve el mundo, quizá, más que
entenderlo, haya que vivirlo. Con mi poesía vivo el misterio, me acerco a él con
el atrevimiento de la palabra. La más hermosa paradoja es que, cuando la
palabra se acerca al misterio, se puede producir un destello de conocimiento,
una revelación.
La palabra define pero, sobre todo, nos define: la Poesía me da el privilegio de
la libertad, porque toda actividad creativa es, en esencia, un ejercicio de
libertad con un punto de locura y en ella encuentro mi yo más auténtico, el más
individual, el que más se atreve a ir contracorriente.
En La Poesía de Juan Antonio Villacañas: Argumento de una Biografía
(2003:124) escribí que la Poesía es conocimiento revelado. Y así lo creo. Este
conocimiento va más allá de lo exclusivamente racional, es a un tiempo idea y
emoción. ¿Por qué revelado? Porque la Poesía no se dosifica en etapas de
aprendizaje: se revela toda entera, es epifanía.
La Poesía existe por sí misma y es ella la que elige al poeta, quien, a su vez,
la busca a través de la palabra. La palabra del verdadero poeta siempre tiene
potencia reveladora, amplía el horizonte de percepción, hace ver aquello que
es diferente a lo conocido. La Poesía sería, pues, el “Ave inteligente” del
poema de Juan Antonio Villacañas (Argumento de la Poesía, 2000), que le da
al poeta una de sus plumas y le manda escribir: un don y, como tal, también
una servidumbre ineludible. El poeta sería un elegido y, como todo los elegidos,
no tiene elección.
BEATRIZ VILLACAÑAS -Toledo-
Publicado por la revista Oriflama 17
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