Con la mano izquierda,
esa que casi nada hace,
totalmente extendida,
sostiene una redonda bola
transparente
donde al reflejarse la cara,
el cuerpo, la habitación,
se deforman
haciendo las imágenes
cien por cien irreales.
Al otro lado del brazo,
de ese brazo izquierdo,
que casi nada hace,
la imagen, de perfil,
mira fijamente,
la redonda bola
con intensísima
y profunda curiosidad.
JOSÉ LUIS RUBIO
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