Los ángeles borrachos
deambulan por las calles de Sevilla,
donde no faltan nunca bacantes y diablos.
Sevilla es una copa de vino transparente.
Sevilla es una taza de humeante café.
Un vaso espumeante de cerveza es Sevilla.
Un plato de aceitunas es Sevilla.
Un tazón de altramuces es Sevilla
para los oscilantes y habla-solos
reyes del soliloquio, señores de señores
del vivo y desgarrado expresar en voz alta lo que piensan.
Los ángeles borrachos son dioses sin estrellas
que vagan por las calles de Sevilla a cualquier hora,
pero muy especialmente cuando la noche avanza
y huele a luna llena y madrugada.
Sin ángeles borrachos Sevilla no sería realmente Sevilla,
lo saben las botellas, las uvas delirantes,
las tabernas envueltas en llamas de oro ciego
y visiones de plata con rosas de cristal en la mirada.
Sevilla, entre palabras como embrujo y perfume
y nombres de figuras inmortales
como Don Juan Tenorio y Don Quijote,
la Roldana, Velázquez, Lope de Rueda, Bécquer,
que en Sevilla tuvieron cuna y gloria,
siempre ha tenido cuna, a la intemperie,
sin pañales de seda,
para el disparatado deambular
de sus inimitables ángeles embriagados
de amor callado y hondo y alta sabiduría.
¿Qué es Sevilla si no un estado perpetuo
de ebriedad y de gracia, de locura y de asombro?
Sus ángeles borrachos y sus días y sus noches,
saben bien lo que saben
y no hay más que saber, porque Sevilla,
hija de sus ensueños y sus tascas, siempre será Sevilla
y vivirá por siempre en la imaginación
de sus ángeles, de esos ángeles suyos, siempre en vilo
y hechos a la derrota y flotando en las nubes
de la gloria sin gloria,
donde caben verbales y mudas fantasías
y la vida y la muerte y el quejido y el canto
y el no ser siempre siendo del siempre más allá
en donde diariamente, Dios con ojos de niño,
nos mira y nos sonríe y es un ángel borracho inmaculado,
como Sevilla, sí, como Sevilla,
aunque haya sevillanos que nunca lo sospechen.
JUAN CERVERA SANCHIS-México-
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Hace 1 día
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