¿Qué harás con el temblor y efervescencia
que estremecen tus muslos en las horas
de soledad oscura, cuando imploras
a los dioses del sexo su asistencia?
Tienes tanto que dar, y es tal la urgencia
de recibir, que cuanto más te exploras,
tanto más solicitas y devoras
la pareja invisible en tu presencia.
Casi la ves. Tu mano se ejercita
en cada curva o rigidez, y agita
o bucea en su forma vaporosa.
Y al fin, en la tiniebla se diluye
tras el agotamiento, que destruye
imagen tan sensual, tan sigilosa.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
DE FACEBOOK - 6192 - LECTURAS DE 2024
Hace 1 día
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