Ella se detuvo en un claro
Evitado por los viajantes,
Acariciado por bellos rayos
Que iluminaban su gris pelaje…
Sin embargo no era una luna
Brillante como un diamante,
Esta era una luna roja
Roja como la sangre,
Esplendida luna roja
Chocante como la sangre,
Que corría por los colmillos
Largos como puñales,
Que habían sido clavados
En la carne de un caminante…
Pobre su alma inocente
Maldecida en ese instante,
En que la loba humana lo viera
Perdido entre viejos árboles…
Ahora la loba le aúlla
A esa luna de color sangre,
Con el cielo como testigo
Y con sus garras llenas de sangre…
Fabián Daniel Leuzzi(Argentina)
Publicado por la revista digital Minatura 117
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