POEMA

José Antonio Roma Badaracco
Vicente Cidade no sólo fue mi amigo, también soy miembro de su familia. Primo hermano de mi abuelita Chata, siempre nos visitaba cuando vivíamos en Santo Tomé. Me regaló muchos momentos hermosos... y fue parte de mi "obligada" platea cuando se me antojaba recitar mis poemas. Tengo tantas anécdotas en la memoria que la tristeza que hoy siento no puede empañar, que mejor lo despido con el mismo poema-agradecimiento que le escribí hace mas de veinte años, en Santo Tomé, luego de un trasnochado festival.

EL VIOLIN DE VICENTE

La noche viene cubriendo
con su ternura grisácea
el espejismo irrompible
de tus altas cataratas,
el silencio majestuoso
de tu iglesia de araucarias.

Esperas una jangada
que alimente la esperanza.
Te traicionaron las notas
que escondías en el alma
y ya no sabes por qué
"el pichón de la calandria
quiso ser nube y volar"
al cielo de Candelaria.

Tu instrumento de trabajo
es de madera y arranca
los pájaros de la selva,
quizás les corta las alas
y los obliga a anidar
sobre sus cuerdas doradas,
delicado cual magnolia
abierta en la madrugada.

Tu violín es misterioso,
por momentos arrebata
el corazón de un suspiro
y lo traduce en cascadas;
puede jugar en tus manos
como un niño en una hamaca,
con esa inocencia pura
perfumada de guayabas.

La Bajada Vieja sabe
perdonarle a tu nostalgia
esa lágrima que cae
de dos pupilas cansadas
para regar el camino
que te aleja de Posadas.

Yo te canto en estos versos
-disculpame por la hazaña-
porque tu cuerpo que es río
llenó mis venas de magia,
porque en tí encontré un amigo
predicador de añoranzas
al compás de un gualambao
en los confines del mapa.

Y quizás deba pedirte
la música que me falta
para poder sonreirle
al sol en cada mañana.
Sé que mis rimas no valen
lo que en leerlas se tarda,
quiero que sepas que el aura
de tu noble pentagrama,
es melancólico a veces
"pero bien vale una España".

Porque tu cuna fue el monte
te amamantó una picada...
La Bajada Vieja sabe
perdonarle a tu nostalgia.