Has venido a despedirte
a decirle que la amabas;
ella sin poder decirte,
que en su mente siempre estabas;
nunca pudo consentirte
lo que tú de ella esperabas,
bien podiste confundirte
y enfadado te alejabas.
Ha pasado mucho tiempo,
más de ti no supo nada,
te creyó dentro de un templo
con tu sangre derramada:
como un ángel es ejemplo
con la pluma ensangrentada
y desde hoy yo le contemplo
en su estrella designada.
Fue muy corta la aventura
de una dama y un torero,
que intimando con dulzura,
los dos se decían te quiero
en instantes de locura,
pues se daban con salero
sus caricias con bravura
sacudiendo un hormiguero.
Me contaron esta historia
dos mujeres de mi calle
y hoy me vino a la memoria:
me dijeron que me calle,
pero a mí, entre tanta euforia
y sin bomba que le estalle
de Sirena migratoria;
escribirla es mi detalle.
María Sirena Matrí Mar -ESPAÑA-
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