viernes, 7 de abril de 2017

UN POETA NÁUFRAGO, SU MAR, SU DESALIENTO


Acostumbrado a criar hijos, ríe,
aunque encuentre la muerte en las esquinas.
Le canta al mar — la tierra es su familia—
al viento, a la pobreza y a sus ruinas.
Vende sus propios libros como un héroe
que jamás le ha temido a las espinas.

Este es el bar donde escribió el poeta.
(cartel modesto, en cruz, descolorido).
Sabemos, vos y yo, que aquí ya nadie,
bebe café, conversa ni hace ruido,
sobre estas mesas -frágiles, vacías-
desde que la esperanza se ha dormido.

Nuestras sillas se arriman a la barra.
Nos observan sus transitorios dueños.
Opacos vasos breves que se chocan
o que arrugando labios, puños, ceños,
se abrazan al abismo y a la pena,
del irónico brindis por más sueños.

Apenas un letrero con sus letras
borradas por la arena y por el viento.
El bar de don José no es más que eso.
Se ahogan en su mismo desaliento,
las pocas ilusiones que nos quedan
como un mendigo loco y harapiento.

Del libro “120 poemas para Pablo de Rokha” de Silvia Gabriela Vázquez -Argentina-
Publicado en Luz Cultural

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