jueves, 6 de abril de 2017

SAPIENCIA DE MENDIGO


Cada mañana,
sin casa, pan, trabajo,
su pena elige
una roca río abajo
y allí se sienta
a musitar angustias.

Sus manos mustias
en silencio bendicen
a quienes pasan
apremiados y dicen
No tengo tiempo,
por favor no moleste.

Aunque le cueste
comprender tanto apuro
nunca protesta.
Se esconde tras un muro
de pan y dulces
que nadie le ha comprado.

Lo más deseado
por sus cansados ojos
es la justicia.
Cartones y despojos,
botellas, latas…
no tiene otro tesoro.

Da, con decoro,
un papelito escrito
con lápiz negro.
Y su gesto inaudito
pide una firma
que casi todos niegan.

Muchos desean
mejorar este mundo.
No saben cómo.
Ante el grito infecundo,
les crecen dudas
y tal vez se resignan.

Otros se indignan
más de lo que quisieran
y se destruyen.
Unos pocos esperan
que el tiempo pueda
ganarle al desamparo.

Parece claro.
Si pasan por su lado
no lo prejuzguen.
No ha sido abandonado
por quien amaba
como todos suponen.

No lo pregonen.
No ha perdido a un amigo
y no está en duelo.
Ni merece el castigo
que se imaginan
los que lo creen ebrio.

Él está sobrio.
Si sus lágrimas vieran,
comprenderían
como si ya supieran,
esa noticia
(terrible) que salpica…

Su voz explica
sin rencor ni reproche.
Su profecía
desdibuja la noche,
entre cartones,
con su lápiz de lluvia.

Cuando diluvia,
de la avidez, se olvida.
Busca ternura.
La caricia mullida
que es alimento,
casa, paz, toldo, cura.

Triste, murmura
su discurso maltrecho.
Muy sabio intuye:
Un anciano sin techo,
mendigo y loco,
suele ser invisible.

Imprescindible,
en sus manos añosas
nace el consejo.
Desconfiadas, miedosas,
otras miradas
desestiman su acierto.

Todo es desierto.
El mundo estalla y arde
de indiferencia.
La venda cae tarde,
sin avisarnos,
cuando cede el prejuicio…

Del libro “Antología Siempre Poesía II” de Silvia Gabriela Vázquez -Argentina-
Publicado en Luz Cultural

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