Los vientos de la conquista trajeron su semilla, desde el ayer Mediterráneo hasta el Caribe.
Tanto mar, tanta luz, tanta noche para que esta mata de salvia se plantara y creciera.
En una acera de un sector transitado de Cartagena de Indias, hay una. Mi compañera la descubrió alborozada una tarde y yo me he habituado a saludarla cuando paso por ahí.
He imaginado sus raíces en ese mundo de perpetua noche, mientras la rodea tanto bullicio. Pienso en cómo selecciona las sales y los nutrientes que luego ascienden hasta sus hojas. Sus hojas donde reposa el alivio de su aceite.
Ayer la saludé y de paso escogí seis de esas hojas para una infusión. Espero que este ingrediente de la farmacopea del viejo continente, le hable a mis entrañas, ablande mi corazón y, de paso sane el dolor de mis hombros.
Jaime Arturo Martínez S.
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