Las luces del amanecer en las horas de lluvia.
La punta de su firme necesidad.
con plumas de urraca
cruje como hojas en un bosque que sueña.
¿Quién es esta figura colgante?
Los dos pies amarrados
el cuerpo en cruz de madera
que gira, siempre como trompo.
De tal modo le susurramos a él y besamos
las perladas, las marfiles
notas inefables de las melodías que palidecen.
Desde el pozo de tu perdida, vuelve por nosotros
y suavemente llama a nuestro profundo deseo
Entrega, domina,
arma en reposo.
Recordamos cada cosa.
Regresa, recupera
todo mientras la manías se pierde en el bosque.
Viste la ruina claro en tu manga
a la vista de todos.
Y una lluvia en brazas.
Y si eres tú en realidad
Te he visto antes, en momentos de locura,
si sigues, ahí encontrarás
dos genios y un explorador
avanzando, invisibles.
Ellos son quienes llaman a la oscura niebla
hasta que las palabras se vuelven actos, de cabeza.
Ellos se mantendrán firmes ahí
sin pena por el trueno para su techo.
Portal al pie de la montaña
brillante como una bandera.
Quiero doblarme para escuchar,
doblarme para recibir,
doblarme para evitar caer.
Es el mismo relato:
El perro en la piel del oso.
La puerta debe seguir cerrada.
No estamos solos,
el silencio agita la bisagra.
Aves no vendrán
hasta que la carnada esté lista
Mientras torcemos nuestras manos
el espejo de dos caras mantiene su lengua
en silencio como la ciudad.
Eva Lavergne
Publicado en Periódico de poesía 96
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