Te esperaré apoyada en la curva del cielo
y todas las estrellas se abrirán para verte
Y seguirán tu vuelo.
Te esperaré desnuda.
abierta y temblorosa, mojada de tu luz para tenerte.
Seis túnicas de luz resbalando en mi carne
marcarán el camino de tus manos nadando en dulce vuelo
y detendrán mi sed y detendrán tu hambre.
Te esperaré despierta y con tus largos besos
deshojarás la rosa quieta y muda anclada allá en mi centro.
Nadie podrá mirarme sino solo tus ojos
y un látigo de niebla.
Sólo tú lograrás despejar la sonrisa y clavarás tu plenitud de hombre
en mis carnes y andarás por mi senda.
Te esperaré entre sábanas que repiten tu aroma y que escriben tu nombre
y una lluvia sutil se entibiará al sentirte cómo llegas.
Te esperaré encendida para quemarte el alma.
Seré la brasa que te da la vida cuando tus brazos cierras y me envuelves.
Te esperaré dormida, acallaré los ríos de mis ansias
para beber despacio de tu fuente.
¡Ven a fundirte como yo en mi llama, a erizarme la piel con tu fragancia!
¡Te esperaré desnuda y me daré con quejas de demente!
¡Toda perfume de mujer, toda sed que se pierde
en tu mágica arena que no se cansa nunca de beberme!
MARÍA ITZA
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