viernes, 23 de octubre de 2015

MIRABAS EL CAMINAR POR LA ARBOLEDA


Mirabas el caminar por la arboleda
cuando tu soledad era una inmensa vivencia
sin asideros para justificar tu presencia;
una cegadora luz que, traspasada,
no era más que un foco inalcanzable
calentando una absurda monotonía.
Te hubiera gustado nombrar algo,
calificar un fluorescente segundo
con un recuerdo para manejarlo
entre bostezo y bostezo
y dejar una herencia recurrente
para algún alguien,
un espejo, quizás,
un reflejo cortante en la cortina.
Pero nadie dijo nunca nada,
ni tú tampoco,
aunque te hubiese agradado
dificultar la estampa del recuerdo
con tres o cuatro voces siquiera,
con una palabra que, escuchada,
hubiera percutido en un eco
entre el adocenamiento de las ramas
y cubriera de pasos tu lado.

Tu cuarto es muy lejano tras el cristal
tanto como la urna traslúcida
desde donde miras el caminar por la arboleda.
Sueñas imposibilidades que vives
a trasmano del desmayo cotidiano
y finges supervivir bajo un sombrero
y la tersura de una camisa de raso
aspirando un intenso petricor
cuando el suelo está seco,
sin rastro de lluvia.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-

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