miércoles, 11 de junio de 2014

TÚ ERES EL PINCEL DE MI LIENZO


Al principio del camino
las flores se hicieron carne
entre cantos a la deriva,
desvelaban una envidia
sumergida en vidrios de espejos rotos
tejidas las mañanas
que conducen al preámbulo del camino.
A caballo
nuestros corazones
enrocados en el horizonte
recogen la siembra de nuestro primer verso.
Tomabas aire, yo crispado
me flaqueaban las piernas,
estribaba el merito
en que un solo grano de mis besos,
amada mía, privada música
entre los peligros del árbol mohoso
anegaba la tierra con sus espacios puros.
Porque a veces
más allá,
cirujana de mi pobre obra de arte
al regreso a todas las noches
dejas caer una sonrisa entre visiones,
hacen mella con buen tiento
en los sacrificios sencillos.
Mostrábamos una armonía
vagamente obscena
que encubría tu pureza
con los dedos desplegados,
cruzadas nuestras dos vidas.
Tu latir hormiguea en mi cabeza
al salir de su profundidad
con rumbo inequívoco,
choca con mi corazón abierto
celoso de tu libertad.
Siento un sosiego con mis palabras,
podrías no existir
pero tu aire fresco
sube por aquel, mi pecho suave,
gratuito,
como un don de la vida
y envuelve tu ternura
en el crepúsculo de mi existencia.
Balanceas las piernas
con movimientos completamente claros
desprendido el modelo de día
que mudamente tallamos
entre el vapor de tu ligera juventud
pero que tu también hilas
con ropa engalanada
después de mirarme.
Nerviosos abandonamos todo.
Recuerdo la niebla huyendo
cuando la nieve de la vereda
se doraba al sol
y las nubes silenciosas
trazaban
envueltas en la mañana
tu silueta.
A lo largo de tu blusa
tus manos se detenían
y tocaban ligeramente
la luna de tus pechos.
Una bocanada de aire frío me enmudeció.
Alrededor, abandonados,
los movimientos rompen mis inertes huesos
y mi cuerpo se detiene y busca entre las orillas
a esos dos cómplices, tu y yo
abrazados a los surtidores.
No había imaginado el vacío.
Tengo miedo.
Me tendí en el suelo
entre olas que no se desgastan
y recordé la luna de tus pechos
y la bocanada de aíre frío,
siento cautela en tu lengua
morir me siento en tu boca
ninfa, santa diosa,
tu fuerza vigorosa
se detiene ante nuestra gloria.

García de Garss

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