Poetas españoles en Rusia.
Por José López Rueda.España
La Asociación de Hispanistas de San Petersburgo publicó en 2002 una
antología bilingüe de poetas españoles pertenecientes al taller de la Asociación
Prometeo de Poesía bajo el título de Guitarra de 26 cuerdas. Juan Ruiz de
Torres, fundador de dicho taller, escogió los poetas. El Profesor Yuri Shaskov y
el poeta Víctor Andreev coordinaron la edición en Rusia. Veintidós traductores,
entre los cuales figuran varios profesores universitarios, realizaron excelentes
versiones de los textos. Siete de los veintiséis poetas que aparecen en la
antología viajamos a Rusia y presentamos el libro en la Unión de Escritores de
San Petersburgo el lunes 29 de abril en acto muy cordial ante un público de
hispanistas y estudiantes de español. Cada uno de los poetas leyó dos
poemas y el traductor correspondiente leyó a continuación la versión rusa. Al
final del encuentro, el poeta Juan Ruiz de Torres lanzó la idea de publicar en
España una antología análoga de poetas rusos vivos en edición bilingüe. La
idea fue acogida con entusiasmo y los asistentes al acto pidieron a los poetas
que les firmaran la antología.
La visita a Rusia fue para nosotros una experiencia inolvidable: una
inmersión por nueve días en un planeta cultural que nos sorprendió a pesar de
la mucha información libresca y audiovisual que cada uno de nosotros llevaba
en la memoria. Dos aspectos de la Rusia actual nos llamaron especialmente la
atención: El primero fue el retorno de la religión ortodoxa con una fuerza
apabullante. Durante la excursión visitamos catedrales y monasterios e incluso
nos alojamos dos días en el de Suzdal, cerca de Moscú. Pudimos observar que
los fieles acudían a las ceremonias religiosas con profundo fervor. Popes,
monjas y monjes andaban por todas partes muy respetados. Es como si los
rusos tuvieran hambre de religión. Y significativamente, se veían muchos
jóvenes entre los feligreses. Quizá fuera ésta la reacción de un pueblo que,
durante casi cien años, no había podido manifestar públicamente un impulso
tan arraigado en el ser humano y de pronto podía hacerlo con toda libertad.
Nos decía una muchacha licenciada en Filología que hasta la perestroica no se
podía practicar la religión. Ella misma, que tenía 37 años, había recibido una
educación basada en el ateísmo. El retorno de la piedad libremente expresada
pudimos corroborarlo el sábado cuatro de mayo asistiendo al oficio litúrgico
nocturno en una iglesia de Moscú donde se celebraba la Resurrección de
Cristo que es la ceremonia más importante de la Pascua Rusa. El templo se
hallaba atestado de feligreses, entre los cuales había también muchos jóvenes
y más mujeres que hombres. Todos ellos con rojas velas delgadas que
encendían pasándose unos a otros las llamitas. Al final, gran procesión por el
jardín que rodeaba el templo y alegre repique de campanas a las doce de la
noche, cuando Cristo resucita. Todo esto, "mutatis mutandis", me hizo pensar
en el fenómeno al que asistimos en España, cuando a la muerte de Franco se
produjo el llamado "destape" y despareció la censura. Las salas X se hallaban
repletas. Es decir que en España pasó algo parecido pero en sentido contrario.
Junto al fenómeno religioso, pudimos observar que se mantenían los
símbolos comunistas. En la Plaza Roja se veían gigantescos carteles
conmemorativos de la victoria sobre la Alemania nazi. Eran ornamentos
transitorios para la ceremonia del 9 de mayo. Nosotros visitamos la tumba de
Lenin, cuyo cuerpo embalsamado yace en su urna como si estuviera dormido.
De vez en cuando, pasaban compañías de soldados frente al sepulcro
ensayando el desfile de honor. Nos quedamos con la boca abierta al ver que
portaban banderas rojas, algunas con la hoz y el martillo. Creíamos que todo
esto había desaparecido con la llegada de la democracia. Se veía que a Lenin
lo respetaban porque mantenían su gran monumento en la avenida que lleva
su nombre y conservaban sus estatuas en las ciudades que visitamos. No
sucedía así con Stalin, de quien sólo vimos un busto entre los de otros jerarcas
soviéticos que se alzan detrás del sepulcro de Lenin. Un estudiante de los
Urales con quien conversamos en el metro, nos dijo en su mal inglés que había
sido un hombre muy cruel. Menos mal que por fin lo podía decir sin que lo
mandaran a Siberia.
Publicado por la revista Oriflama nº 19
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