Temprana edad
¿Quién habrá cosechado los besos precavidos,
que en los tímidos años no logramos captar?
¿Y quién habrá otorgado los que por retraídos,
aun a puertas abiertas, no acertamos a dar?
¿Dónde estarán aquellas abordables mocitas,
pudor en los modales, arrebato en la piel?
¿Y las más sazonadas, de furias exquisitas,
alternando atributos de jinete y corcel?
Tantas se malograron, arena entre los dedos,
por no saber entonces cuanto sabemos ahora.
Y tal vez nos recuerdan, más que por nuestros miedos,
por sus primeras dudas, que cada cual deplora.
Hoy hemos aprendido que aquello era un proceso
natural en la vida, de capacitación.
Pero a veces soñamos el mágico regreso
para ultimar detalles y completar la acción.
Ay, cuántas cosas bellas quedan inacabadas
por torpeza o reparo, temor o ingenuidad.
Y hasta en la edad madura vuelven nuestras pisadas
por los viejos caminos de la inseguridad.
Sin descarrío
Sigo siéndote fiel, sin descarrío.
Ni lo juzgas posible, ni te importa,
en tus nuevos montajes tan absorta
que la memoria clama en el vacío.
Desdeño el incesante griterío
de fáciles ofertas; ¿qué me aporta
cada una de sus galas?; ¿quién soporta
la producción en serie del hastío?
Aunque no escuchas, te hablo en tal manera
porque estoy encendiéndome una hoguera
con cada gozo y pena que me agita.
Que te alcance mi voz no es relevante.
Yo sigo siendo el caballero andante
que, entregado al amor, no solicita.
Sombras de ayer
Por la pared desliza su silueta
cada sombra de ayer, glacial visita,
ni asentida ni ansiada, en esta cita
en que mi piel sus magias interpreta.
Aunque tú no las ves, mi alma se inquieta
por tal infiltración, raza maldita
que imaginaba muerta, y resucita,
vertiendo su rencor en cada grieta.
Las voy reconociendo una por una.
Fueron algo en su tiempo, y hubo alguna
que redujo mi espíritu a pavesas.
Mas pasaron al mundo del subsuelo.
Y hoy eres tú, temblor y terciopelo,
quien fulmina el pasado cuando besas.
Mujer a punto de dormir
Te alcanza ya la pleamar del sueño
con su denso oleaje de fatiga,
y el peso de los párpados te obliga
a desertar el ámbito hogareño.
Aún se abrazan las llamas sobre el leño
en el hogar; se escucha la cantiga
medieval del juglar para su amiga;
a medias aún tu copa; y yo en mi empeño
de alargar el idilio de esta noche.
Mis palabras, mujer, no son reproche,
pues al acariciarte me seduces.
A punto de dormirte. Yo te velo.
Si perdida en las brumas de tu cielo,
vendrás a mí con las primeras luces.
FRANCISCOS ÁLVAREZ HIDALGO-Los Ángeles-
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Hace 13 horas
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