Lo vi descuartizado y sangrante al filo del abismo
señalado, fundido al fuego para purificar culpas ajenas
Las lágrimas trataban en vano de limpiarlo.
Mas todo era vano
Mi nombre como una golondrina lejos de su nido
se aferraba valientemente a las piedras del camino
Fue un despojo para muchos
Fue usado para empapelar bajas pretensiones
Pero mi nombre existe
Desde el principio de los siglos
En plaza pública fue vituperado
Como a los dos ladrones del calvario por el pueblo juzgado
Una lágrima se ha mantenido rodante en mis mejillas
Pero el alma se remienda día con día
haciendo un epitafio siempre mi verso.
La muerte me ronda en cada esquina
La noche extiende sus brazos negros
Para hacerme sentir pequeña e insegura
Mi nombre nacido bajo la luz del día
bajo un sol que al nacer hiriera mis pupilas
Manchado por las lenguas negras
que tenían aguijones en la punta
cual sapientes que en todas direcciones la dirigen
Pero aprendí a volar sobre las alturas
a ver el mundo diferente
a sentir que aun en la oscuridad hay vida
que existe la paz después de la muerte
¡Y mi nombre!
Ese nombre dado en mi nacimiento
Femenino del mar, de luz y alegría
ese nombre que brilla, que hiere el oído del demonio
que a diario lo mancilla.
Mi nombre que ilumina algunas pupilas
¡Mi nombre no podrá ser borrado!
De la historia de la poesía
Porque aún desde mi tumba
mi nombre, hará que viva en los versos de mi loca poesía
Martha Lucía Lombana
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