La omnipotencia segrega sus hieles azufradas
y la soberbia se afianza en su ordenanza.
Los demonios aplauden sus mezquinas andanzas
subidas a la espalda de la diosa ignorancia.
La ciencia se prepara
investiga
se afana
en proponer premisas que amortigüen el paso
de la parca que acecha en la orilla del llanto.
El virus se acicala
organiza su entrada con la risa en sus labios
desgrana sus maldades
y caen los humanos en su trampa.
¡Despierten!
Hay peligro en la calle/ en el bar/ en el aire.
No es tiempo de enfrentar lo que está decretado.
Ilusos combatientes se agrupan
e intentan desafiarlo con sus consignas fatuas
con su esencia de ególatras
ignorando que es suyo el poder de alejarlo.
Hoy somos los rehenes de este virus maligno
y hay que derribarlo
con recursos planteados por el gran soberano
que lucha en la tutela hospitalaria
con el alma en las manos.
¡Despierten!
Activen las neuronas y aspiren los aromas
del sabio que rebela
que el virus está inmerso en la presente historia.
La ignorancia es la muerte de todas las victorias.
Ha mecido en sus brazos este ingenuo planeta
golpeado en el transcurso de toda su memoria.
El mundo está agitado
confundido se olvida de los muertos vencidos
y en esa confusión sólo piensa en placer
en la vida que ayer
endulzaba sus pasos con libre acontecer.
La crisis se ha extendido sin poder detener
el sello que rúbrica el registro de Ser.
La paciencia se inclina y despeja la mente
del hombre esclarecido.
Quizás en el futuro logremos comprender
que vivir es un lecho de flores por nacer
un pimpollo que exhibe sus pétalos de bien
con suspiros de aliento
con voces de hermandad
con mirada piadosa
y con sólida fuente de solidaridad.
¡Despierten!
Hoy hay otros senderos para ahondar
cuánto amor necesita la añeja humanidad
inscripta en el libreto del consumo falaz
que ha oscurecido el genio del corazón verdad
Beatriz Ojeda
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