El flujo de la memoria
Se hace siempre más delgado
Un hilo de agua
Que desemboca en un mar profundo
Su condición ideal es aquella
De la amnesia pura
Cada frase que se propone
Hace olvidar la precedente
Y no menos erráticas de las imágenes
Que surgen del recuerdo
Son las emociones
(Si no se pueden evitar
Se las distorsiona con una pizca de ridículo
O de comicidad)
¿Es posible que personas con una sensibilidad
Tan intensa hacia la belleza
La justicia y la moral
Se hayan angustiado y enmudecido
¿A punto tal
De no poder permitirse algún sentimiento?
¿Qué deban verse obligados
A poner a prueba su capacidad de amar
Aparentemente vaciada, agotada, seca?
Suele atribuirse al abuso de sustancias
Y a una verdadera invasión
De objetos inanimados
La enorme pobreza y repetición
De nuestros gestos cotidianos
Y hasta el modo en que se infunde
A estas cosas
Con total identificación y empatía
"Un alma"
Sea que se trate de un automóvil
Un libro
Un instrumento musical
Una prenda de vestir
Un fármaco
Un simulacro iconográfico
O de aquellos otros objetos
Falsamente necesarios (e incluso nocivos)
Con los que habitualmente
Nos bombardea
La propaganda
Revela que tal vez
En última instancia
Los sentimientos son más profundos
Justamente allí
Donde tienen que vérselas
Con lo más efímero que existe en el mundo
La escritura (como las cenizas)
La belleza (como el éxtasis)
La poesía (como la vida)
No resisten el menor soplo
La mínima distracción
No ofrecen alguna resistencia
A los respiros enrarecidos e intermitentes
De la Historia
Ni a los vientos que arrancan de raíz
Un bosque
O arrasan un campo de maíz...
Indefensos como estamos
A la invisible propagación
De una enfermedad que nos empobrece
Siempre más
Y más
Y diezma sistemáticamente aquello
Que insistimos en llamar
Humanidad
“Lo que se escribe”
No soporta
El más íntimo temblor
Las palabras con nada vuelan
Se disuelven en el aire
Representan esa harina negriblanca
Del tiempo pasado
Y de todo Carnaval
La humildad que las distingue
La insignificancia de su forma
La ausencia absoluta de reconocimiento
Y más aún, ella misma
(La escritura poética)
Sabe de su ausencia de valor
De su total inutilidad
Juega a ser harina en las cenizas
Un fanguillo arcilloso
Que se adhiere a toda superficie
Dejando marcas en la piel
Imposibles de lavar
¿Qué es la tinta derramada sobre un papel
Sino hollín licuefacto
Negro de humo
Resto de quemazones
Muerte reencarnada
Tiempo revivido
Muecas y fantasmagorías
Recuperadas del ensueño
Y de una inverosímil realidad?
¿Hay algo más rendido
Más vencido
Más postrado
Más paciente
Que las cenizas de un poema?
¿Hay algo más inconsistente
Más débil
Más inepto
Que las fantochadas de un Poetastro?
Ciertamente no
Las cenizas
(Como la tinta)
No tienen un carácter propio
Tan lejanas están del leño
Y de cualquier esencia
Como la desilusión (o el abatimiento)
Lo están del entusiasmo
Y de la euforia
Luego de haber entregado al fuego
Todo lo escrito en su vida...
Sobre esa tierrilla gris
Encantadoramente suave
Que permanece apenas
Como suspendida en la levedad de un instante
Con un dedo
El poseído volverá a escribir
(Versos desdichados)
Con la espalda encorvada
Y la mirada fija...
Obstinadamente detenida
En una palabra que ya no recuerda
Que tal vez no es de “este mundo”
(¿Pertenece al sueño?)
Y que su dedo insiste, e insiste
En dibujar
Ha dejado atrás la memoria
Ha aceptado su nueva ventura
Y vuelve cada vez
Sin distracciones idiotas
A su verdadero trabajo
Que desde luego no le dará de comer
Pero sostiene, alimenta
Y lo hace tan feliz (e infeliz)
Tan entero, tan completo
Tan parte del planeta tierra
Como al pescador, al labriego, o al pastor
Su ímproba tarea
En el desprecio solidario
Y eficaz
De todo aquello
Que no se debe sostener
Y de todo lo que sobra
Compartirá con ellos
(Finalmente)
En el final de sus días
Una casa enorme
Inmensamente deseada y común:
La Intemperie
Eduardo Magoo Nico
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