domingo, 1 de abril de 2018

EL PERFIL


En la penumbra de su habitación, alumbrada por la luz de la pantalla del ordenador, se deshacía en una actividad frenética para contestar a los múltiples mensajes que todos sus admiradores le dejaban. Con la misma ansiedad, cada día actualizaba su perfil con las fotos más sugerentes y exponía, con melosa dedicación, poemas arrastrados a la fuerza y comentarios de un relamido agradecimiento.  Tejía a su alrededor el suficiente misterio para convocar a los caballeros de la soledad y a los aventureros de la apariencia.  Nubes de humo de cigarrillos velaban un paisaje doméstico de noches, sombras y oscuridades que rodeaban la silueta de una mujer devorada por el tiempo. Sobre las profundas arrugas de su rostro, en los vidriosos ojos gastados por los años, se encendía una perversa luz de consuelo y obsesión; mientras que, con amargura, leía los comentarios que los seguidores ponían a las imágenes de aquella mujer, joven y siempre fascinante, que ella enseñaba como propias.

Isidoro Irroca

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