Mi inspiradora hada madrina es como solo ella es, como toda bella enamorada, dulce, muy al amor dada, pero, exigente y hasta con visos, tantos de encantadora como de rara brillante estrella, me visita en las noches, su luz me obsequia, me llena y plena, unas veces a horas tempranas, cuando apenas he puesto mi cabeza sobre la almohada, otras veces, más tarde, ya en la noche entrada, ya cuando el sueño comenzado, se hace profundo, ya empezado, como trabajo y tarea contratados; entonces, cuando el sueño apenas me aísla del envolvente mundo y de la absorbente gente, se me presenta y también se muestra o apurada u osada, llega y la debo atender, comprender y mimar, tanto con dulzura y tanto con premura, con prontitud y entereza, porque si así no lo hiciera, al igual como ha llegado, fresca o me olvida o me deja y, ya no la encontraría en la alborada, ni ya cuando esté despierto, ni por más de la busca y la rebusca, y solo quedaría, con los afanes de las necesidades de mi alma y mis pensamientos, en las soledades de la frías madrugadas.
Angel Ignacio Chacón Aquino
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