La primera dedicatoria de la que tengo constancia se la hice a mi abuela Concha siendo niño. Fue una canción por la radio en el día de su santo, adornada con esta coletilla: De tu nieto que te quiere mucho. Siguiendo con esa costumbre, cada uno de mis libros está escrito para alguien aun cuando, evidentemente, acaben siendo aptos para todos. Y así, el primero va dedicado a mis padres -porque siempre quisieron que fuera buena persona-, el segundo a mí -porque cada proyecto ilusionante comienza por uno mismo-, el tercero a mi mujer -por la ilusión con la que conjuga todos sus verbos- y este último a un amigo que se fue, pero que en la memoria y en el corazón -que por algo recordar viene de core- siempre estará con nosotros. Obviamente quedan más destinatarios en el tintero -el siguiente ni siquiera sabe aún decir papá- y con ellos otras muchas historias que contar.
Texto perteneciente al prefacio titulado La regla del siete, incluido en el libro Siete paraguas al sol de MANUEL CORTÉS BLANCO.
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Hace 5 horas
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