Después del timbrazo, movió la mirilla y les vio intentando reventar la puerta. Entre insultos y golpes la llevaron encañonada, con los ojos vendados y maniatada, hasta un edificio en el que solo se escuchaban gritos y llantos. En cuanto aparecieron las descargas, los latigazos y las quemaduras, sus alaridos se acoplaron sin esfuerzo al sonido de fondo. Cuando creía que todo había terminado, varios hombres se aliviaron con ella y después la arrastraron hasta un camión junto a otras personas desconocidas. Hoy en el noticiero dicen que diez individuos peligrosos murieron anoche en un enfrentamiento con el ejército.
Miguel Molina
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