Gracias… por soportar el peso de tantas lágrimas. Por contemplar los horizontes aún en la penumbra cubriendo los instantes. Por cargar con el sufrimiento que se torna voz en sus anversos. Por hacer de ellos un océano de sollozos, sin avizorar el faro a sus naufragios. Por entender la significancia de tristeza y nostalgia. Por contener la ira cuando los puños se cierran. Por la impotencia que mora en sus entrañas ante las ausencias. Por abrazarme cuando el silencio no vislumbra albas. Por cerrarse callados, cuando el dolor socava las heridas agonizantes. Por observar las partidas y no poder pronunciar palabras. Por envejecer siempre a mi lado, aún en el cansancio.
Gracias… por ser el tálamo donde descansan mis quimeras. Por acostumbrarse a la oscuridad, a sabiendas la luz siempre hiende las sombras. Por la esperanza que mana en cada amanecer de su tiempo. Por besar mi sonrisa en la felicidad a veces efímera. Por tornarse verso silencioso en los ocasos que vislumbro. Por su mirada que define la transparencia de mis actos. Por acompañarme en los avatares y milagros de la vida. Por ver… por poder ver aún después de quitarse las vendas. Por pertenecerme y en ellos refugiarme. Por haber descubierto su magia que vocifera una esencia.
Gracias… por ser el reflejo de mi alma.
Diego López (Argentina)
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Hace 1 hora
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