En cuanto salieron los últimos tirabuzones, ella dijo que no le convencía el color; que debería ser más rojo. Él suspiró resignado. No quería líos con la señora, porque, aunque al final salió bien parado, bastantes quebraderos de cabeza le dio con su denuncia. Cuando murió el padre, de viejo según él, in-toxicado según ella, pudo cambiar de carnicero pero no lo hizo y volvía puntual, todas las mañanas. Retiró el papel con la montaña de carne y echó nuevos trozos en la picadora.
Del libro Cuentos iberoamericanos de
LOLA SANABRIA (España, Córdoba / Madrid)
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas
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