miércoles, 3 de abril de 2013
UNA MONTAÑA RODEADA DE ESCOMBROS
“El talento se cultiva en la soledad; el carácter se forma en las tempestuosas oleadas del mundo”
Johann Wolfgang Von Goethe
Corrían otros tiempos, sonaban otros sones, costumbres diferentes. Cuando se perdía un ser querido se llevaba luto durante años, las mujeres todas de negro, los hombres un brazalete en el brazo. Si era un hijo muy querido arrebatado a la familia, madre y hermanas vivían doloridas, sentido crespón durante media vida, toda tristeza y recuerdo. También cuando se perdía algo material, una casa construida fruto de muchos esfuerzos, el árbol del corral que se ha secado, un animal condenado al sacrificio por imprevistos motivos. Los dolores llegaban hondo, no sólo en lo material, también en el ámbito íntimo y sentimental, fruto del aprecio de acariciar las cosas a las que con el roce diario se le tomaba cariño. Todo esto y más, formaban parte de la vida.
El paisaje se iba uniendo desde niño, se conocían los colores del campo, los ecos de las estaciones, la música del ramaje de los árboles cuando la brisa los acariciaba, el polen de la primavera, la refrescante sombra en los veranos bajo la parra. Aquella música de la noria lenta y repetitiva, los cangilones vertiendo el agua parsimoniosamente copiando el bolero de Rabel, también los frutos que la tierra iba ofreciendo. Todos esos recuerdos me brotan sin caer en “Cualquier tiempo pasado fue mejor” ante los proyectos bárbaros contra los que se vienen manifestando grupos, multitudes de los campos y ciudades, todas afectadas por la tragedia impuesta que amenaza riquezas naturales con vertidos contaminantes, que la servidumbre de los gobiernos entrega a la avaricia del poder económico de los de arriba.
Con igual nostalgia recuerdo en estos días aquella mortal frase de Max Frisch con respecto a los trabajadores extranjeros en Alemania que quedó para siempre grabada en el muro del mundo social “Pedimos mano de obra barata y nos llegaron seres humanos” Fue una sacudida tan ajustada frase en ciertos ámbitos de la sociedad de habla alemana, porque Max Frisch nació en Suecia aunque eligió la lengua de Heine para escribir. Así nos tiene España con las Reformas que inflan las fortunas ocultas de una minoría, arrancadas los bolsillos remendados los de abajo, es decir, los de siempre.
Porque resulta que existen campesinos con alma y sensibilidad ecológica, que aman la naturaleza que labran y sueñan, viven y sienten lo suyo, científicos en desacuerdo justificado, frente a los políticos habladores y de escasa lectura de “España va bien” Golpes de efecto, moldes de justificaciones esperpénticas, porque la mayoría de la sociedad hablan de la perdida ribera, de cuando los animales calmaban su sed en la corriente del río, de cómo aprendieron a nadar en su cause. Pero ahora, los de abajo no pueden mandar ni en sus hambres. Hasta elevar la voz, como en un poema de Miguel Hernández, cabeza alta, exclamar con tono seco “En mi hambre mando yo” les quieren prohibir.
Son otros tiempos con las miserias revestidas de oropeles consumistas, porque el pobre, siempre mirará sufridamente y con dolor, como pasa un banquero con un pan al hombro, mientras él no tiene unas migajas que llevarse a la boca, cómo rascarse un piojo un rico que nunca ha vivido en una choza, cuando el pobre no da basto a matar los suyos en tiempos difíciles. Luego, imposible hablar de Picasso, igual que tampoco del Universo. Así le crece el bello a la mentira y lleva sello y número de registro, “Adjunto remito” pero la vida del pobre la va encadenando la impiedad del Gran Hermano.
Yo no digo que mi barca sea la mejor del puerto ni quiero señalar a los políticos depredadores, aunque por la joroba se les puede descubrir incluso si la cubren con capas de armiño. Vivimos bajo una gran desolación, la vista como quiera disfrazarla el actual gobierno. Suelo leer en publicaciones de otros países cómo nos ven y catalogan. Y la verdad que no son muy halagüeñas, y la desconfianza cunde, pese a que la situación es internacional en lo social las diferencias aumentan. Y lo que respecta a la cultura y la educación produce rubor y temblores si hacemos comparaciones.
Puede parecer un tanto anacrónico preocuparse del factor humano ante la Bolsa que sube y baja los dividendos. Me ocurre igual con determinadas lecturas. Suelo, tras pasar unos días leyendo libros actuales que pueden interesar a jóvenes lectores. Pero cuando la angustia aprieta, vuelvo a releer mis obras preferidas. Ahora, me he sumergido de nuevo en “La montaña mágica” de Thomas Mann, novela totalizadora, donde los sentimientos humanos con sus problemas espirituales y sociales están latentes a lo largo de todo el contenido.
Y a medida que discurría a través de sus páginas me iba situando frente a la actualidad que padece nuestro país, la escombrera donde nos van hundiendo y deformando, hasta convertirnos en algo impersonal sin jugo, todo folclore anodino. Destruyendo los cimientos y los frutos de generaciones, la insistencia inquisitorial contra la cultura, hasta convertirnos en una colonia de vasallos en manos de reinos extraños, desoladores y faltos de piedad. Porque aunque nos permitan ser blancos como la reina de Inglaterra, nos explotan como súbditos alienados en los espacios marcados ha la caridad del pobre que vive encadenado sus majestades.
Francisco Velez Nieto
Publicado en el diario digital Luz de Levante
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