Las piernas ya cansadas
plomizas y frágiles
como barro crudo,
brazos alicaídos
descolgados de los hombros
y los dedos
llenos de pesadillas
recordando los nudillos
ensangrentados contra la puerta
y el corazón desarmado
echo ciscos
a la espera del contenedor
de la muerte
allí, vertido
entre aves de carroña
posaré lento
a la espera de la gran noticia
que el diario
traerá como esquela fúnebre
y yo, me reiré
del destiempo.
Siempre llegan tarde.
Juan Manuel Mochón
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