A tu mar de mil derivas
aprendí a llamarlo hogar,
y a tu sal en mis heridas
las espuelas requeridas
para echar a caminar.
A tu piel de mil espinas
he aprendido a rodear
sin rasgar el alma mía,
porque el alma ya no es mía,
solo espuma de tu mar.
El pincel de mis paisajes
son tus dedos al trazar
los instantes más salvajes,
los que no quiero olvidar.
Ábreme de par en par
las entrañas de tu mundo,
que no quiero más absurdos
ni siquiera caminar.
Que no quiero más absurdos
ni soñar al despertar
alejado de tu rumbo,
tropecemos, pero juntos,
y que no te olvide más,
y que seas tú mi embrujo
y yo sea tu compás.
Soy el ave en tu ventana
que ha dejado de vagar
por un cielo que amenaza
con cederme libertad.
Mil derivas en tu mar
donde quiero mi morada,
mil derivas en tu mar
y mis alas condenadas
a volar solo en la calma
que pretenda tu mirar.
Gustavo González -Valladolid-
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