En el centro de la naturaleza
perdido el primer hombre en el paisaje,
contemplaba en el cielo el blanco encaje
que forman en las nubes tal belleza.
Y fue el azul en toda su pureza
el que ofreció su luz como homenaje,
y oculto en los destellos un mensaje,
el que dicta la vida cuando empieza.
Desnudo de los pies hasta la frente,
sabía que habitaba un paraíso,
pero su soledad le entristeció.
Compañera deseaba ardientemente,
y un milagro, lo mismo que él la quiso,
al lado de su pecho apareció.
Milagros L. Salvador -Madrid-
Publicado en la revista Oriflama 21
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