Sonó en la caracola de un vacío
la voz del mar, el eco de ese arcano,
que vuela entre gaviotas en verano
y muere -allá- en el piélago del río.
Espumas de cristal, ¡corazón mío!,
delta de soledades en la mano
tendida hacia otro día de un temprano
rosal, capullo y gotas de rocío.
Sonó la caracola, oí sirenas
en esa noche oscura de mi alma
y busqué la alegría entre mis penas.
Sonó la sangre, se abrió el río en palma,
mi corazón se licüó en las venas
y donde muere el sol –fui-: mar en calma.
Antonio Ramos Olmo. ESPAÑA.
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