Nunca te pasé el dedo por la boca para sacarte la marca del labial. Tampoco vos me corriste el pelo de los ojos un día de viento. No estallamos en una carcajada por ninguna ocurrencia. Y ahora que tu mano aprieta mis nudillos bajo los escombros del edificio me doy cuenta de que nunca antes nos habíamos muerto juntos.
Sandra Montelpare
Publicado en el blog ficcionariobreve
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