Amanece.
Las sombras se retiran de puntilla.
Se apagan las estáticas farolas.
El color envuelve el cielo, la tierra y el mar.
La ciudad despierta ruidosa y variopinta.
De las casas salen presurosos escolares y trabajadores.
El sol se asoma entre los árboles haciendo sudar las hojas.
Unas nubes grises acorralan al sol.
Un fuerte viento juega con los papeles y los arrincona.
Todo se va oscureciendo al tiempo que caen
unas diminutas y frías gotas.
Llueve.
Están las calles mojadas, llenas de charcos.
Los transeúntes caminan rápidos bajo los paraguas.
Un niño chapotea en el barro.
Por los desagües el agua escapa a chorros.
Los coches salpican a los viandantes.
Los cristales se llenan de lágrimas
que a mis ojos ocultan la casa de enfrente.
Anochece.
Nadie vio marcharse al sol
ni vio llegar a la blanca luna.
El cambio se hizo entre nubes negras.
El rayo rompe por un instante las sombras.
El trueno interrumpe el silencio
y llena de temor al bebé que se agita en la cuna.
Del libro inédito Espejismos de
JOSÉ LUIS RUBIO
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