- ¿Y… qué hacemos hoy ? - pregunté.
- ¿Jugamos a las tiendas ? - propuso mi prima "Antoñita la Fantástica"
- Si, pero necesitamos papel para liar lo que vendemos, ¿no? ¡Tengo una idea! En la tienda de Cristobalina hay mucho papel y como su hermana Ana siempre nos está quitando el balón y el otro día me rajó uno, creo que me debe dinero. No se lo ha querido pagar a mi madre…Podemos coger algunos papeles y dejarle una nota donde diga por ejemplo : "Señora Ana, cogemos un taco de papel de *estraza para cobrarnos el valor de mi balón. Así ya estamos en paz.
Gracias." - dije sonriendo.
Mi prima, que me llamaba "Mariquita la lista", se contagió de mi idea justiciera y en cuanto vimos que Doña Ana se metió dentro de la casa dejando la tienda sola, acometimos lo que para nosotras no era ni mucho menos un robo, sino un pago en especie. Cosa que no entendió nadie ni en mi casa ni en la de ella. Sólo mi abuela se hizo cómplice guiñándome un ojo cuando en plena batalla de mis padres conmigo dijo "¡Los niños tienen que jugar!" y salió de la habitación haciéndome sentir toda una heroína. Pasaron días y…
- Prima, ¿a ti te gusta Teresa la vecina? A mí no. Siempre está barriendo la acera para quitarnos de su puerta. Barre incluso la parte de mi casa y chilla diciendo que comemos muchas pipas. Para que no se enfade más podríamos regalarle flores, ¿no ? Creo que deberíamos coger muchas del arriate de mi corral y cuando llegue a tender la ropa a la azotea, lanzarlas como una lluvia de pétalos.
Seguro que le encantará. Así no creerá que sólo sabemos hacer cosas malas - Eso fue lo que dije con total convencimiento.
- Bueno Mari, si tú crees que le puede gustar la sorpresa… Venga… ¡Vamos a coger flores ! - vociferó mi prima entusiasmada.
Barrimos cientos de pétalos del suelo de una Dalia de color granate, rosas de colores cortadas directamente del rosal, hojas y pequeñas bolitas del naranjo. Ya llegando a la azotea para escondernos, añadimos al repertorio ambos huesos de manzana que estábamos comiéndonos. Más que nada por no bajar a tirarlos a la basura. Tampoco le dimos importancia. Después de todo, era sólo fruta.
Aguantamos en silencio, agazapadas detrás del pequeño muro que separaba mi azotea de la de Teresa, y en cuanto escuchamos los pasos por la escalera, nos miramos satisfechas y nos preparamos para el momento estelar. Teresa dijo algo sobre el "buen tiempo que hacía para secar la ropa hoy…"a una vecina que veía por el corral y al saberla cerca, las dos irrumpimos de golpe gritando…¡SOOOORPREEEESAAAAAAAA ! Sin levantarnos siquiera, con la espalda apoyada y sin mirar, lanzábamos nuestra recolecta girando los brazos hacia atrás sintiéndonos del todo realizadas. Teresa no se lo tomó muy bien dado que por lo visto los pétalos de Dalia y la arenilla recogida del suelo junto a los huesos de manzana, le mancharon la ropa de forma irremediable. Como no dejaba de chillar y eso nos asustó mucho, lancé lo primero que tuve a mano sólo para que callara.
No fue premeditado ni lo pensé. Fue un impulso involuntario puesto que yo nunca he soportado los chillidos. Así que como a mi lado había medio ladrillo… Ese fue mi último lanzamiento. Después… los chillidos fueron aullidos. Gracias a Teresa desde ese día sé perfectamente cuál es la diferencia. Todo hay que decirlo.
A mi prima "Antoñita la Fantástica " y a mí "Mariquita la Lista", se nos quedó para siempre la Fama de " Niñas imposibles", a lo que yo repliqué en medio de las amenazas de mi madre… "Pero… ¡Sí soy POSIBLE!, mamá. Si no… ¿por qué cuando me miro al espejo me veo… eh ?" Como mi prima tenía cuatro años más que yo, ella quedó como la que ideaba nuestras travesuras y yo como la pobre víctima que la seguía. A ambas nos vino bien el cambio de roles, así que no protestamos mucho. Las dos sabíamos que juntas hacíamos un tándem perfecto.
Carmen Valladolid Benítez -Sevilla-
Publicado en la revista Aldaba 13
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