Me lo dijiste más de una vez: soy tuyo, tuyo totalmente.
Yo te preguntaba: ¿de cuerpo y espíritu?
Sí, - asentías tú -, de cuerpo y espíritu. Todo lo mío es tuyo. Ahora, anda...cómeme de nuevo.
No entiendo entonces lo que te pasa... no comprendo el gesto dolido de tu rostro, el reproche vívido y hasta el miedo – casi, diría yo – con que me miras mientras te desangras lentamente sobre mi cama.
Digo, me miras. O más bien, miras el pingajo sangrante que sostengo entre mis dientes.
Acaso, ¿no repetiste hasta el cansancio que lo tuyo era mío?
Amanda Espejo -Quilicura-
Publicado en el blog sobrevuelosycaidas
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