Por
Rosemary Maciá Villanueva
Con frecuencia salen artículos en la prensa hablando pestes de la Ley 100, gente del común se ve obligada a interponer tutelas para que sus tratamientos de alto costo sean cubiertos, y no faltan los que fallecen en la puerta de los hospitales esperando atención médica. Todo eso es cierto, pero muchos parecen olvidar que antes era peor, excepto para los médicos y para las multinacionales claro está, pues es bien sabido que la medicina era una de esas carreras que garantizaba el ascenso social y una robusta cuenta bancaria. No estoy diciendo que eso esté mal, el promedio de años de estudio de un profesional de la medicina es superior al de otras carreras, y ni hablar de la enorme responsabilidad que enfrentan a diario, pero también se cometían abusos. Y en cuanto a las multinacionales, ellas reinaban sin competencia. No es el tema de este artículo pero pocos saben de los millardos que mueve la industria farmacéutica anualmente.
Olvidamos lo difícil que era para una familia de clase media o baja que uno de sus miembros necesitara hospitalización, y ni hablar del ingreso a una Unidad de Cuidados Intensivos. Recuerdo que cuando niña mi madre fue operada un par de veces, y sé que mi papá tardó años en recuperarse financieramente; en cambio dentro del actual sistema le pusieron un marcapasos y no tuvimos que acudir a tutelas, ni tuvimos que hipotecar el apartamento.
También vi muchas familias que debían recolectar dinero en el pueblo o en el barrio para luego suplicarle al cirujano un descuento en sus honorarios, y si este descuento les era concedido, debían quedar agradecidos por el resto de sus vidas. Esas escenas de agradecimiento y sumisión me dejaban una sensación agridulce aunque en esa época no tenía claro el porqué. Hoy sé que la salud es un derecho fundamental y no algo que deba conseguirse por caridad, creo que esa es la principal virtud de la Ley 100: por muy pobre que sea alguien, ya no tiene que llegar con la cabecita gacha y los ojos llorosos a suplicarle a los todopoderosos profesionales de la salud. Las personas están más conscientes de sus derechos y se sienten, en mayor o menor grado, amparados por la ley.
Por supuesto que hay fallas, y muchas. Es cierto que las empresas prestadoras del servicio se han convertido en monstruos acaparadores y explotadores del ahora asalariado personal médico, pero la solución no es volver a lo de antes, es sentarse sin egoísmos a corregir los desaciertos y a reforzar lo que sí está funcionando, que es considerable y valioso.
Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagena
No hay comentarios:
Publicar un comentario