miércoles, 20 de febrero de 2013

EL ÁNGEL DE LA MUERTE


El Señor de la Mansión a ti me envió: yo soy el Destructor de los Goces y El que Dispersa las Reuniones.
Así dijo Azrael, el Ángel de la muerte, al desdichado monarca.
Rogó entonces el rey un día de plazo, para devolver las riquezas ilícitas que guardaba en su erario, y no cargar con ese débito en la cuenta de sus malas obras. Pero anunció el Ángel, con espantable voz, que
los días de su vida estaban contados y sus alientos marcados y sus momentos escritos y anotados. Y el rey pidió entonces sólo una hora más: y aun esa hora, dijo el Ángel, estaba incluida ya en la cuenta, y escrito estaba su sino y cumplirse debía en ese instante. Y tomó el Ángel el alma del rey y el rey rodó de su trono y cayó muerto.
Y he aquí que los hombres se preguntan: si escrito estaba, consignado y sellado, el exacto punto de su muerte, ¿por qué o para qué se detuvo el Ángel a discutir vanas razones?
Y Alguien responde: fue para que esta historia pudiera ser contada.

Ana María Shua (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 124

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