Su amor era un cariño
agrandado por la proximidad: el sol
lo cuarteó finalmente.
Nada tienen que ver, basta
de palabras dulces o prudentes; a reventar
se ha dicho, a enfrentar solos, la soledad.
Ya son grandecitos para
temblar de miedo. Un cobarde
viejo, no es un joven enamorado.
Francisco Urondo -Argentino-
Publicado en la revista Estación Quilmes
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