Ya no sabe de amor la primavera.
Ha llegado calada hasta los huesos,
y en su tibia y opaca luz, los besos
tienen sabor a labios de madera.
Es tan triste su lluvia, plañidera;
no es la de ayer, la que dejaba impresos
acentos en mi piel, blandos, traviesos,
sentimental, festiva compañera.
Prolonga la indolencia del invierno,
que irrumpe al fondo de mi fuero interno
sumergiéndome en gélido letargo.
Ay, abril, de noviembre revestido,
más que verde rumor, eres crujido,
más que agua refrescante, vino amargo.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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