Entre danzas de cuervos,
con miles de banderas desteñidas,
rosas marchitas,
pálidas mujeres, cóndores eunucos,
cenizas de huracanes
y un espantoso aire glacial,
el héroe navega hacia la muerte.
Es mayo triste en Bogotá
y únicamente el invierno le sonríe
en los besos de la hembra,
en la Euterpe de la noche setembrina.
Adiós, adiós, a esos senos de loba subyugada,
al manantial de miel quiteña,
a esos ojos de sol chupándose el mar al mediodía.
Adiós, adiós en medio de la herida desgarrante
a la dulce amada que lo había tornado en ave fénix.
Algunos ven caer sus duros párpados,
rodar sus lentas lágrimas sobre las piedras,
como la lánguida canción del apátrida
después de haber procreado la ciudad.
En el cuartel de antaño alfombrado de victorias,
los soldados juegan a las cartas,
y en las calles los niños son tocados por el hombre solitario.
Un ave transita el horizonte
y arroja espumas, desiertos y espejismos.
¡Londres, Londres –musita el héroe ya decrépito-
devuélveme el esplendor de aquellos tiempos!
¡Ah, qué ruta tan inmensa,
qué largo y terrible el Magdalena!,
y él cargado de fiebres y visiones,
de cristales opacos, lunas tuertas,
picachos devorados por las nieves
en ese viaje sin auroras.
Un barco le espera en Cartajena
y junto a la costa el General Montilla,
pero desde hace un verano es cadáver
y Londres se le exilia en el milagro.
Después viene la flor ensangrentada,
el cóndor destrozado,
el ave lira mutilada,
en el llanto que atraviesa selvas y ríos,
con la profunda congoja de Berruecos.
¿Para qué el Támesis, Madrid, Lima,
las muchedumbres y los claveles de Caracas,
la música y el amor tras las batallas?
El día ha terminado
y no hay finas telas para su mortaja.
Sólo la soledad y el esplendor le esperan,
en el valle, en el reino de la muerte.
De la nostalgia, 1983. Antonio Pérez Carmona Escuque, Venezuela - 1933
Publicado en la revista Isla Negra 322
No hay comentarios:
Publicar un comentario