Si el camino fue un tanto lejanía,
tu andar divino no me fue lejano,
nunca soplaste de mi trigo el grano
ni a los candiles de mi poesía.
Yo que siempre de luz te presentía
y en las avispas del dolor te ufano,
¿por qué en los girasoles de tu mano
mi lámpara está ciega todavía...?
Tú que aliñas la brisa, da a mis hielos
la brasa con que enciendes en los cielos
la roja plenitud de los aromas.
Y verás retornar a tus cabañas
con miel de eternidad en las pestañas
el lobo de mi duda hecho paloma.
Rodrigo Pesántez Rodas, Ecuador De su libro: Viñas de Orfeo
Publicado en la revista Carta Lírica 40
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