Estás nerviosa porque esta noche dormirás, por primera vez, con él. No tienes prisa por experimentar el amor, pero Manuel...
Manuel te desea y tú temes que te abandone si no lo haces. Es tan cariñoso cuando estáis solos. Te acaricia el pelo, te abraza y te canta. Sí, te canta.
Ya han pasado treinta y dos años y aún piensas en él, aún oyes aquella canción:
"Que se quede el infinito sin estrellas
o que pierda el ancho mar su inmensidad,
pero el negro de tus ojos que no muera
y el canela de tu piel se quede igual.
[...]
Ojos negros, piel canela, que me llegan a desesperar..."
Dormiste con él, fue doloroso y placentero a la vez, pero todo cambió. Aquella noche fue la última vez que lo viste, que hablasteis. Nunca más una palabra,tampoco una carta, ninguna canción tarareada al oído.
Vives, desde entonces, sumida en los recuerdos, recuerdos de una mentira. De una mentira y una verdad. Una realidad a la que has tenido que hacer frente tú sola durante treinta y dos años: Celeste. Tu pequeña y pobre Celeste.
Canela, te tocó vivir la parte más triste de aquella canción que un día te hizo volar:
"No sería tan inmensa mi tristeza
como aquello de quedarme sin tu amor".
Publicado por
MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO -Castelldefels- en su blog dondehabiteelolvido-airama
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