(Capítulo 17)
Me ha despertado un tejemaneje de aleteos que van de un lado para otro como acelerados por algún acontecimiento urgente. Pasó la deidad amiga y apenas pude preguntarle a qué se debía todo aquel ajetreo.
—Pero, hombre, ¿no sabes qué día es hoy?
—Hace mucho que perdí la noción del tiempo. Dímelo tú, por favor.
—Bueno, mañana es Navidad.
—¿Y aquí también se celebra? —pregunté intrigado.
—Es nuestro Día de Esperanza. Un poco distinto a cómo se muestra en la Tierra.
—¿Día de Esperanza?
—Claro, a pesar de cómo se viva esta noche, a pesar de todo lo malo que sucede, sabemos que hay hombres de buena voluntad. Y esa es nuestra esperanza.
—Ya, paz a los hombres de buena voluntad —añadí.
—No, paz para todos. Incluso a los de mala voluntad. Ellos la necesitan más que nadie.
—¿Aún cabe la esperanza? —pregunté algo triste.
—Sí —me contestó animado la deidad amiga—, aún del hombre se espera.
—Me duele el alma —le dije.
—Descansa, amigo. Esta noche vendremos a visitarte.
ISIDORO IRROCA
martes, 26 de diciembre de 2017
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