Epitafio del palafrenero de un gran obispo
que, por portento inextricable,
presenció un milagro:
Descansa en paz el noble bruto que sólo
entre sus tramonterías y jamelgos
fue feliz.
Noble, atildado y puro,
como el equino que guardaba,
vio aparecerse volando a la virgen
en los bosquecillos,
quien le habló,
con dulzura y misericordia infinita,
en la tosca y ramplona lengua
de los campesinos.
Compartió la buena nueva,
embriagado de felicidad,
hasta el último instante de sus serenísimos días,
con todos los nobles feligreses
que se allegaban
a los aposentos del confortable obispado.
Dios sabrá qué hacer
con él y su picardía.
Del libro “Obispos en la niebla” de Ricardo Rojas Ayrala -Argentina-
Compartido por Rolando Revagliatti
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