lunes, 1 de febrero de 2016

NOSOTROS TAMBIÉN TENEMOS NUESTROS MUERTOS


Para José Antonio Domínguez, compañero en esta travesía de orfandad.

Amílcar va y viene tratando de encontrar la solución para este día oscuro.
Claudia María se acerca a mí y toma mi tendón herido,
lo abarca dulcemente y sonríe:
sabe que su gesto amortigua los espasmos del dolor.
Arquímides tiene sobre la mesa una guitarrita llena de agujeros,
llena de balazos.
Amílcar finalmente se saca un abrazo del corazón y me dice: para Marcela.
Yo le pido su camisa rota y sucia y salgo a la calle con ella.
Salgo a la calle con mi pierna rota
y con la guitarra llena de agujeros.
Salgo a la calle y me abrazan las madres con siglos de espera
y se me suman los perros en mi vagabundear
y hasta las palomas un día desconfiadas de bajar a la tierra
por fin caminan a mi lado.

¿Quiere usted estar una hora en el corazón de la madre de Quime?
¿Quién se ofrece a ser el hijo de una fotografía?
¿Quiénes nos acompañan a buscar una tumba,
dos,
tres,
ocho mil agujeros?

¿Hay alguien entre ustedes que cante para ellos?

Otoniel Guevara
Publicado en Poesía del mondongo

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