Preocupa esa sed del caminante,
dispuesta por anárquicos caminos,
anclada en los gloriosos desatinos,
con meta en los infiernos de un tal Dante.
El sueño, ese paso vacilante,
razón de melancólicos destinos,
no cuadra con beber añejos vinos,
que hacen confundir sueño con cante.
Olvidos, penas, rumbos y patadas,
patadas descartadas por decoro,
decoro de las nubes recatadas.
Perfectos caminantes que son de oro,
perdidos entre toros y cornadas,
ya muertos y olvidados por el foro.
Julio G. del Río -Valencia-
No hay comentarios:
Publicar un comentario