miércoles, 21 de octubre de 2015

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Al borde de la vida, abandonado
a los meses más lentos del otoño,
corregía el silbido de los vientos,
los relojes de arena, su delirio,
la soledad sin fecha.

Se abría la ciudad de par en par.
Mientras, las calles eran una nieve,
una voz, un lamento inalcanzable.
Tras el lento girar de los trapecios,
doblaba equivocadas las esquinas,
con los dedos trazaba
en los mapas la carne y el silencio
de aquel hogar.
Con los ojos clavados en la espera
creía
ver los perfiles
familiares cruzar por el jardín
de las palabras
-oyéndome de nuevo, sin respuesta-
y
los inciertos contornos de los bosques,
las luces solitarias en la niebla,
los rostros más antiguos, las cenizas
de un tiempo de deseos y penumbras,
el súbito espejismo de un país extranjero.

Del libro “DEJAD QUE LA DISTANCIA SE DETENGA EN MIS OJOS” de Jorge de Arco -Madrid-
1º Premio, XIX Certamen de Poesía Searus, 1996

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