martes, 25 de agosto de 2015

YA SE ENCENDIERON LAS HOGUERAS DEL MIEDO


Ya se encendieron las hogueras del miedo.
En las trincheras de la calle.
El reloj de la torre de la angustia,
tocaba las muerte en punto.
Y todas las sirenas con su voz de cobre
sonaban a la vez,
anunciando la caída de los cóndores de fuego.

Las aceras abrieron de par en par
sus entrañas de cemento.
Para dar cobijo a miles de números.
Y dentro de ellas,
Dentro de aquellas entrañas grises y de pierda.
Los hijos se hicieron aire
para ser respirados por sus madres.
Los novios agua
para ser bebidos por sus novias.
Y el aire un pájaro de ceniza caníbal.
que iba consumiendo poco a poco,
los pulsos y los cuerpos.

En ese vientre seco.
Un recién nacido mama del pezón de la muerte.
Y obtiene leche de niebla y metralla.
Los niños de plástico hacen corro alrededor,
de un Ford T oxidado y podrido.
Y dentro de los bidones de gasolina
hay pero que se ahogan en litros de alquitrán y silaba.

En la superficie.
Guardia civiles sin rostro monta a caballo,
en medio de un solar.
En donde florecen los escombros.
Subidos a las torres de alta tensión y a los techos,
Hay cuervos que vomitan,
piedras de acero contra los mendigos.
En medio de la calle.
Una niña abrazada al cadáver de su abuelo
dibuja con su dedo roto,
Un corazón.
Sobre la sangre derramada en el suelo.
Y los gatos sarnosos orinan
dentro de los ojos vacíos de los esqueletos.
Todos vestidos de rojo y negro.

Uno, dos, tres...
El tiempo golpea con fuerza
los corazones de los que no están,
ni vivos,ni muertos.
Almas de carne herida caminando
por mitad de un laberinto de cristales rotos
Miles de ojos observan desde su balcón
a las huestes de los truenos azules,
Montado en sus caballos negros.

La muerte no esconde su rostro
de cerdo devorado por las hormigas.
Ni los miedos sus dientes
de cocodrilos sobre alimentados.
En esta noche sin luna
La ciudad es un cementerio de almas
transitando la calle Del Miedo
con los ojos a la espalda.
Y de llantos ocultos bajo tierra.
De bocas libres de sus lengua.
Y de manos recién cortadas,
apiladas en una torre de huesos y miserias.

Cuando la esperanza se vino abajo.
Tras el asedio de las rapaces de fuego,
¡Nadie quedo!.Para llevar flores a las tumbas
Esparcidas por las calles.
Como flores de piedra en el jardín de los tiempos.
No.no quedo nadie.
Tan solo el silencio gritando
en un montículo de llantos apagados.
Tan solo el silencio.
Como único testigo de lo allí acontecido.

Debora Pol.

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