Como la pupila de tus ojos
la pena se volvió negra
cuando el viento de madruga tuvo
sed de sangre enamorada…
En los campos de olivos que lloran
lágrimas de oro allá por
los amaneceres cuando sus ramas
se inclinan de rocío y escarcha.
Quedaron entre umbrales de deseo
embelesadas unas enaguas,
aquellas de la mujer que dijo ser mocita
por un cabalgar de potro de pura
sangre lorquiana.
Compás de suspiros y versos apenados.
De cálidos vientos y verdes ojos
bajo la luna gitana y enamorada.
Bocas de miel y menta sobre una ramita
de albahaca y la luna sobre la fragua
dando hambre de fantasía
a una camisa despegada.
Poeta de versos limpios, como las rosas blancas.
Soterrados caciques a ti te buscaban
para emborronar tus palabras
como el cieno, envenenadas.
Me quedo contigo, por siempre
en mi mente y en mi garganta;
haciendo mía tu lucha contra
tus enemigos y con sus silenciosas balas.
Tu último suspiro debió ser agua salada.
Compañero que aún espera la inspiración de
de una madrugada, mientras
un lucero y una estrella sonrientes cabalgaban
abrazados por la montaña.
Y la Luna baila impúdica mientras
sus senos enseña a quienes eran dueños
de los rencores de viejas guerras… Y te grita
entre sollozos: ¡huye, huye que
la muerte se huele en la lejanía
y te acecha como la noche helada y sombría!
Ardió tu intimidad inquieta de poeta
con su fulgor de amanecer andaluz y de España.
Las gentes venideras te hicieron justicia de
memoria que nunca expira porque ningún odio
la mata o la quema.
Tu palabra se volvió historia, ocaso
de mensajes e historias inacabadas.
Tu lucha encarnecida por la igualdad de las
razas, del género y la palabras escritas
hicieron de ti un gran poeta que nadie iguala.
Juani CamCor
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