Dos lunas
Un tiempo, dos ojuelos
Un cielo
Dos historias, un niño
Dos hombres, un longevo lapso
Dos brazos
Un corazón, dos sonrisas plenas.
Hoy curvas el octavo periplo, el sino nos juntó
Finaliza un trigésimo recuento, un sorbo nuevo
Y tu madre, orgullosa, eleva la mirada
Mientras gorjeas en los brazos que te sostienen
Ríes, refunfuñas, jugueteas
Ellos entre tanto, sí, lógico, babean.
Hubo un día, apenas a un palmo del principio
Otro nombre, tuyo ahora
Que alargó tanto su paso, que apenas le pudo su nieto
Forjó ciudades, igual que tu fuerza erige
Ya se elevan grandes edificios en el pecho de tus congéneres
Eres piedra angular, sin saber
Acrecientas, aúnas el cántico rotundo de la complicidad.
La argéntica señora te me enseñó
En el horizonte, dos manecillas marcan las horas
Apenas unos vellos en mi piel se sostienen
Y rubricas con una magnánima sonrisa
Cuan grande serás, nadie evitarlo podrá
Porque ya existe un edén donde eres regio rector
Aquel donde fruto del amor entregado sin ambages
Fuiste engendrado, semilla que fruta ha de dar.
Jared, el longevo serás
La nervada esencia que brillar te acoge
Sabrá llevarte largo trecho
Y nosotros seremos danza ante tu dicha
Pues nada, ni nadie, será dueño de tu destino
Apenas un corazón, aquel latido
Lleno, generoso, rubicundo, y grácil
Esa minucia de apenas tu puño, pero tan fuerte
Que grita para ser oído…
Este versado atuendo, te queda el bardo
Aquel que una noche de luna, casi plena, supo del octavo
Y desde muy dentro de sí, volcó su alma.
Santiago Pablo Romero -Trigueros-
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