viernes, 3 de julio de 2015

IMPRESIONANTE EFESO


Impresionante Efeso. No, no las ruinas y las erosionadas piedras amontonadas, eso me evoca poco.
Pero dos vías se han conservado dos vías que denotan la existencia de una amplia calle, iluminada, lugar de encuentros y conversaciones entre las personas, rostros definidos sobre un azul rabioso de cielo jónico, azul de cuna de riquezas intelectuales, intercambios mercantiles, políticas de convivencia, pero que también despertaban el encanto de las artes primigenias que unen a los hombres con los dioses y la sensualidad cotidiana de una mirada sesgada, de un vestido que ondea plegado sobre el brazo, de un cuerpo que se ofrece con promiscua apertura...
Paseábamos a la vera de este mar. El camino se corta súbitamente por una barrera de acebuches y perros que ladran. Lentamente se acerca un hombre rudo, con ropas gastadas y polvorientas. Estirando el cuello le preguntamos si podríamos llegar a la minúscula playa que se adivinaba a la parte baja de la casa, tiene una inocente imagen de postal de los 50, antes de la devastación.
Nada más abrir la verja nos da la mano, grande y callosa. Solo habla turco y tiene todo el derecho del mundo de hacerlo así. Nos acompaña hasta un sendero que desciende y con esa manaza de titanio nos allana el camino: claro que sí, adelante.
Estoy en el agua y se me proyectan, como en una pantalla de cine de verano reversible, fotogramas de otros tiempos, otros viajeros, circunstancias similares, y que es muy posible que aligeraran sus cuerpos fatigados por el calor de este luciente sol que grita como un desierto a mediodía. En este
revival me encontraba cuando le veo bajando con una bandeja plateada y dos vasos de té con una cucharilla dentro y una azucarera. En medio de su cara de barro cuarteada, un sueño ancestral de hospitalidad musulmana. Se sienta y comienza una conversación con la gama más variada del gestuario facial y manual que podemos inventar.
-No, no somos deustzes, españoles dicen, sí...Le señalamos encima de un mapa 1:750.000 que venimos de una isla del otro lado del mar que tenemos delante. Estoy seguro de que es la primera vez que ve un mapa. Da igual, él recorre unas cuantas veces con su dedo la distancia entre Turquía y esa
mancha en azul, y ríe.
-Yo, Boro...i tú? -le doy un toque en medio del pecho.
-...ah, Mustafá!..ja ja, Mustafá!...
Mustafá yo sé que nunca me leerás, entre otras razones porque dudo que sepas leer, pero aún así tengo que decírtelo; tu eres la huella de las numerosas civilizaciones que por aquí han pasado, tu tienes el enorme poder de la humildad, el gusto rico de la sencillez, el calor del sol caliente en tus
ojos. En ti incuban todos los Mustafás de todas partes de estas riberas de arcilla y verde; quiero gritarte que caigo en amor por ti, tienes la grandeza de un desposeído, eres el animal que se convierte en el Dios Cornudo, la parte sagrada de la vida... ¿Entiendes lo que te digo sin palabras? En los
momentos que la sequedad cuartea mi vientre querría llevarte conmigo y pulsar con tu aliento, rociarme con la humedad de tu sudor y permanecer así, caliente y devoto, hasta que perdiésemos la forma y el mar creciese con una gota de mas.

BORO MIRALLES -Cataluña (España)-
Publicado en la revista Oriflama 26


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